Una de las ciudades principales, y la última capital, de Asiria. Las ruinas están señaladas por los montículos denominados Kuyunjik y Nabi Yunus ("profeta Jonás") que se encuentran a orillas del río Tigris, del otro lado de Mosul, en el Norte de Irak.
I. Nombre
El hebreo néÆnƒweµh (griego Nieueµ; clásico Ninos) representa el asirio Ninnuaµ (babilonico antiguo Ninuwa), que es una versión del nombre sumerio más antiguo Nina, nombre de la diosa Istar, escrito con un símbolo que muestra un pez encerrado. A pesar de la comparación con la historia de Jonás, probablemente no haya ninguna relación con la palabra hebrea nuµn, "pez".
Según Gn. 10.11 Nínive fue una de las ciudades septentrionales fundadas por Nimrod o Asur después de abandonar Babilonia. Las excavaciones realizadas hasta los 25 metros de profundidad, hasta llegar a tierra virgen, demuestran que este lugar fue ocupado desde tiempos prehistóricos (4500 a.C.). La alfarería de tipo ubaidano (y Samarra), y los edificios de barro apretado podrían indicar influencia meridional. Si bien se menciona por primera vez en las inscripciones de Gudea de Lagás, que hizo campañas en la zona ca. 2200 a.C., los textos de Tukulti-Ninurta I (1230 a.C.) mencionan que restauró el templo de la diosa Istar de Nínive fundada por Manistusu, hijo de Sargón, 2300 a.C.
Ya para los primeros años del 2º milenio la ciudad estaba en contacto con la colonia asiria de Kanis en Capadocia, y cuando Asiria se independizó bajo Samsi-Adad I (1800 a.C.) el mismo templo de Istar (denominado E-mas-mas) fue nuevamente restaurado. Hamurabi de Babilonia (1750 a.C.) adornó el templo, pero la expansión de la ciudad siguió al resurgimiento de la buena fortuna de Asiria bajo Salmanasar I (1260 a.C.), y para el reinado de Tigat-pileser I (1114–1076 a.C.) constituía una residencia real alternativa con Asur y Cala. Tanto Asurnasirpal II (883–859 a.C.) como Sargón II (722–705 a.C.) tuvieron palacios allí. Por lo tanto, es probable que haya sido a Nínive misma que se llevó el tributo de Manahem en el 744 a.C. (2 R. 15.20) y de Samaria en el 722 a.C. (Is. 8.4).
Senaquerib, con la ayuda de su reina semítica occidental de nombre Naqia-Zakutu, reedificó considerablemente la ciudad, sus muros de defensa, sus puertas, y su suministro de agua. Construyó un canal de 48 kilometros que comenzaba en un dique en el río Gomel al norte, y controló el caudal del río Khasr, que pasaba por la ciudad, construyendo para ello otro dique en Ajeila al este. También levantó nuevos edificios administrativos y construyó parques, Las paredes de su nuevo palacio estaban decoradas con relieves que representaban sus victorias, incluido el exitoso sitio de Laquis. El tributo recibido de Ezequías de Judá (2 R. 18.14) fue enviado a Nínive, ciudad a la que Senaquerib mismo había regresado después de la campaña (2 R. 19.36; Is. 37.37). Es posible que el templo de Nisroc, donde fue asesinado, se encontrara en Nínive. Su relato del ataque a Ezequías en Jerusalén se registra en prismas de arcilla empleados como inscripciones fundacionales en Nínive.
Asurbanipal (669-ca. 627 a.C.) volvió a hacer de Nínive su residencia principal, habiendo vivido allí como príncipe heredero. Los bajos relieves que representan una cacería de leones, que se hicieron para su palacio, constituyen los ejemplos más importantes de este tipo de arte asirio. La caída de la gran ciudad de Nínive, tal como fue predicha por los profetas Nahúm y Sofonías, ocurrió en agosto del 612 a.C. La Crónica babilónica relata la forma en que una fuerza combinada de medos, babilonios, y escitas sitió la ciudad, la que cayó como consecuencia de las brechas abiertas en las defensas por los ríos desbordados (Nah. 2.6–8). La ciudad fue saqueada por los medos, y el rey Sin-sar-iskún pereció en las llamas, aunque su familia logró escapar. La ciudad fue abandonada y se convirtió en el montón de ruinas ahandonadas que las caracteriza en la actualidad (Nah. 2.10; 3.7), y es zona de pastoreo para el ganado (Sof. 2.13–15), lo cual le da al montículo de la ciudadela su nombre moderno de Tell Kuyunjik ("montículo de muchas ovejas"). Cuando Jenofonte y el ejército grirgo en retirada pasaron por allí en el 401 a.C. ya era una masa irreconocible de escombros.
En la cúspide de su prosperidad Nínive estaba circundada por un muro interior de unos 12 kilometros de circunferencia dentro de la cual, según el estudio hecho por un famoso arqueologo, pueden haber vivido más de 175.000 personas. La población de "aquella gran ciudad" de la historia de Jonás (1.2; 3.2) se especifica como 120.000 personas que no sabían la diferencia entre el bien y el mal. Esto se ha comparado con las 69.574 personas de Cala (Nimrud) en 865 a.C., que entonces era una ciudad de aproximadamente la mitad del tamaño de Nínive. Los "tres días de camino" pueden no indicar necesariamente el tamaño de la ciudad (Jon. 3.3) ya sea por su circunferencia o distrito administrativo total. Podría referirse al día de camino desde los suburbios al centro (3.4), día destinado a actividades comerciales, para luego regresar. La traducción hebrea, al usar la palabra néÆnƒweµh en cada caso, no podía diferenciar entre el distrito (asirio ninua[ki]) y la metrópoli ([al]ninuaµ). No hay pruebas externas del arrepentimiento del pueblo de Nínive (Jon. 3.4–5), a menos que este hecho esté reflejado en un texto de Guzanu (Gozán) del reinado de Asur-dan III, cuando a un eclipse solar total en 763 a.C. siguieron inundaciones y hambre. Tales señales serían interpretadas por los asirios como factores que debían afectar al rey, quien solía descender temporariamente del trono (Jon. 3.6). Estos portentos, incluido un terremoto que se hizo sentir aproximadamente en la época de Jonás hijo de Amitai (2 R. 14.25), bien pueden haber hecho que los ninivitas adoptaran la medida que fue alabada por Jesús (Lc. 11.30; Mt. 12.41).
Nínive, con sus muchos relieves e inscripciones, ha contribuido mucho más que cualquier otro sitio asirio a dilucidar la historia antigua de Asiria y Babilonia, mientras que los relatos épicos, las historias, los textos gramaticales y científicos, además de las cartas, han obrado de modo tal que la literatura asiria es hoy mejor conocida que la de cualquier pueblo semita de la antigüedad, con excepción de la de los hebreos.