El Olivete, o monte de los Olivos, es un pequeño cerro de cuatro cumbres, la más elevada de las cuales tiene 830 metros; domina Jerusalén y el monte del templo desde el Este, a través del valle del Cedrón y el estanque de Siloé. Muy forestado en la época de Jesús, y rico en olivos, de donde proviene su nombre, este monte carecía de árboles en tiempos de Tito. Todo el terreno es sagrado, porque indudablemente Cristo caminó allí, aunque podrían objetarse ciertos lugares determinados con sus iglesias conmemorativas. Desde el lugar tradicional del bautismo de Jesús, en la ribera del Jordán, bastante por debajo del nivel del mar, podía verse claramente la cima distante del monte de los Olivos, 1.200 metros más arriba, lugar tradicional de la ascensión. Esto se debe a que Palestina es un pequeño país con grandes perspectivas.
Las referencias veterotestamentarias al monte de los Olivos en 2da. de Sm. 15.30; Neh. 8.15; Ez. 11.23 son leves. 1 R. 11.7 y 2 R. 23.13 se refieren a la idolatría de Salomón, la erección de lugares altos dedicados a Quemos y Molec, que probablemente dieron origen al nombre "monte de la destrucción" que se dio a una de las cimas. En el futuro escatológico el Señor partirá al monte de los Olivos en dos cuando se pose sobre él (Zac. 14.4).
Los judíos residentes en Jerusalén acostumbraban anunciar la luna nueva a sus compatriotas de Babilonia por medio de una cadena de almenaras que comenzaban en el Monte de los Olivos, cada una de las cuales señalaba el encendido de la próxima. Pero como los samaritanos encendían almenaras falsas, mensajeros humanos remplazaron finalmente a las antiguas almenaras. Se considera bastante posible la afirmación de la Misná de que este servicio de almenaras se extendía hasta la Mesopotamia.
El monte está estrechamente relacionado con la vaca alazana y sus cenizas de purificación (Nm. 19; Parah 3. 6–7, 11), al igual que con otras ceremonias del judaísrno levítico.
Según una leyenda, la paloma que Noé envió desdé el arca tomó su rama del monte de los Olivos (Gn. 8.11).
Algunos creían que los judíos piadosos que habían muerto debían resucitar en Israel, y que los que habían muerto en el extranjero serían trasladados a Israel rodando por cavidades subterráneas, y que saldrían a la superficie en el monte de los Olivos partido. Cuando la sejiná, o sea el fulgor radiante de la presencia de Dios, abandonó el templo a causa del pecado, sé decía que permaneció 3½ años en el Monte de los Olivos, esperando vanamente el arrepentimiento (Ez. 10.18). El nombre "Montaña de tres luces" proviene del resplandor del llameante altar del templo que se reflejaba sobre la ladera del monte durante la noche, de los primeros rayos del sol que hacen fulgurar la cima, y del aceite de las olivas que alimentaban las lámparas del templo.
Cerca de la Iglesia de todas las naciones, al pie del monte, hay algunos venerables olivos que no puede demostrarse que tengan 2.000 años. Esta es la zona de Getsemaní, y el lugar preciso de la agonía, aunque no está bien determinado, se encuentra cerca. A mitad de camino por la ladera del monte está la iglesia de Dominus Flevit. ¿Pero por qué habría de llorar allí nuestro Señor, a mitad de camino? Se argumenta persuasivamente que en realidad el Señor se acercó a Jerusalén desde Betania, rodeando el lomo meridional del monte de los Olivos, y que lloró cuando súbitamente apareció la ciudad ante su vista. Una sucesión de iglesias de la ascensión coronan desde hace mucho tiempo el supuesto pináculo de la asunción de nuestro Señor, y las supuestas marcas de sus pies están cuidadosamente preservadas allí como cumplimiento tangible de Zac. 14.4. Pero el Evangelio de Lucas favorece la zona de Betania como el verdadero lugar de la ascensión. El que visita Palestina se da cuenta de la futilidad de tratar de resolver lo que resulta insoluble.