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Damasco

Damasco, lugar bien regado.

a. Ubicación

La ciudad capital de Siria (Is. 7.8) es una ciudad antiquísima, situada al Este del Antilíbano y a la sombra del montte Hermón en el Suroeste (Cnt. 7.4). Está ubicada al Noroeste de la llanura de Ghuta a 700 metros sobre el nivel del mar, y al Oeste del desierto siroarábigo. La zona es famosa por sus huertos y jardines, y es regada por el límpido río Abana y el cercano Farfar, que eran mejores que el Jordán (2 R. 5.12) y el Éufrates (Is. 8.5–8), más lentos y barrosos. Es un centro natural de comunicaciones, que unía la ruta de las caravanas a la costa del Mediterráneo (unos 100 kilometros al Oeste) por Tiro (Ez. 27.18) a Egipto con las sendas a través del desierto hacia el Este a Asiria y Babilonia, hacia el Sur a Arabia, y hacia el Norte a Alepo. Esta ciudad tuvo especial importancia como cabeza de un estado arameo en los siglos X-VIII a.C.

El centro de la ciudad moderna está situado a orillas del río Barada, y una parte de ella ocupa la antigua ciudad amurallada. Algunas de las calles siguen el trazado de los tiempos romanos, incluyendo la calle llamada Derecha (Darb almustaqim) o calle Larga (Suµq al-Tawileµh) como en Hch. 9.11. Se dice que la gran mezquita edificada en el siglo VIII d.C. está en el sitio donde se encontraba el templo de Rimón (2 R. 5.18).


b. Nombre

El significado de Damasco (griego Damaskos; hebreo Dammeseq; arameo Darmeseq; 1 Cr. 18.5; 2 Cr. 28.5) no se conoce. El <‡ram darmeseq de 1 Cr. 18.6 corresponde al moderno (Dimasûk-) esû-sûaµm como "Damasco del norte (Siria)". Este nombre se encuentra en el egipcio Tjmsûqw (Tutmosis III) y en las cartas de Amarna (siglo XIV) y en inscripciones cuneiformes como Dimasûqi. Otros nombres que figuran en estos últimos textos son sûa imerisûu (tal vez "ciudad de caravanas") y Bé÷t-Hazau'-ili (‘casa de Hazael’) en el siglo VIII a.C.


c. Historia

Parece ser que Damasco estuvo ocupada desde tiempos prehistóricos. En el 2º milenio a.C. era una ciudad muy conocida, cerca de la cual Abraham derrotó a una coalición de reyes (Gn. 14.15). Es posible que su siervo Eliezer fuera oriundo de esta ciudad (Gn. 15.2). David capturó Damasco y puso en ella una guarnición después de derrotar a las tropas que ella había aportado en apoyo de Hadad-ezer rey de Soba (2 S. 8.5s; 1 Cr. 18.5). Rezón de Soba, que pudo escapar de esta batalla, entró más tarde en la ciudad, que se convirtió en capital de una nueva ciudad-estado aramea denominada Aram (Siria; 1 R. 11.24). La ciudad aumentó su influencia bajo Hezión y su hijo Tabrimón, sucesores de Rezón. Ya para la época de la ascensión del hijo de Tabrimón, llamado Ben-adad I (ca. 900–860 a.C.), Damasco fue el miembro dominante en el tratado concertado por Asa de Judá para contrarrestar la presión dirigida contra él por Baasa rey de Israel (2 Cr. 16.2). El mismo rey (salvo que fuera Ben-adad II) exigió que la provisión de viviendas para los mercaderes en Damasco fuera una de las condiciones del tratado con Acab (1 R. 20.34). El objeto de este tratado era el de asegurar el apoyo de Israel a la coalición de ciudades-estados para oponerse a los asirios. Ben-adad (as. Adad-idri) de Damasco proveyó el contingente más numeroso de 20.000 hombres en la indecisa batalla de Carcar en 853 a.C. Ben-adad podría ser el "rey de Aram" cuyo nombre no se menciona, y contra el cual luchaba Acab cuando murió (véase 1 R. 22.29–36).

En la llanura cerca de Damasco el profeta Elías ungió a Hazael, noble damasceno, como futuro rey de Siria (1 R. 19.15), y Eliseo, que había sanado al general Naamán de Damasco, fue invitado a concurrir al mismo lugar para aconsejar acerca de la salud de Ben-adad (2 R. 8.7). En 841 a.C. Hazael debió enfrentar renovados ataques por parte de los asirios bajo el mando de Salmanasar III. Por algún tiempo logró mantener el paso que atraviesa los montes del Líbano, pero después de perder 16.000 hombres, 1.121 carros de guerra, y 470 unidades de caballería, se vio obligado a encerrarse dentro de la ciudad de Damasco, donde pudo resistir un sitio con éxito. Antes de abandonar el asedio los asirios prendieron fuego a los huertos y las plantaciones en las afueras de la ciudad. En los años 805–803 a.C. Adad-nirari III dirigió nuevos ataques asirios contra Hazael y Damasco. Otra campaña emprendida en 797 a.C. por Adad-nirari debilitó Damasco de tal forma que Joás de Israel pudo recuperar ciudades en su frontera Norte que habían sido capturadas anteriormente por Hazael (2 R. 13.25).

En el reinado de Rezín (as. RahÉanu) Aram nuevamente oprimió a Judá (2 R. 16.6), y en 738 fue, juntamente con Manahem de Israel, vasallo de Tiglat-pileser III de Asiria. Al poco tiempo Rezín se sublevó, capturó Elat, y llevó muchos habitantes de Judá a Damasco como cautivos (2 Cr. 28.5). Entonces Acaz de Judá pidió ayuda a Asiria, la que respondió iniciando una serie de incursiones punitivas en 734–732 a.C., las que culminaron en la captura de Damasco, de acuerdo a las profecías de Isaías (17.1) y Amós (1.4–5), y la muerte de Rezín. El saqueo de la ciudad (Is. 8.4), la deportación de sus habitantes a Kir (2 R. 16.9) y su destrucción fueron citados como lección gráfica para Judá (Is. 10.9s). Como recompensa por esta ayuda se le requirió a Acaz que fuese a pagar tributo al rey asirio en Damasco, donde vio y copió el altar (2 R. 16.10–12), lo cual condujo al culto a dioses sirios dentro del templo de Jerusalén (2 Cr. 28.23). Damasco fue reducida a la categoría de ciudad subsidiaria dentro de la provincia asiria de Hamat y desde entonces perdió su influencia política, aunque no totalmente la económica (Ez. 27.18). Continuaron viviendo en la ciudad mercaderes de Judá, y la frontera de Damasco se consideraba el límite del estado ideal judío (Ez. 47.16–18; Ez. 48.1; Zc. 9.1).

En el período seléucida Damasco perdió su posición como capital, y, por lo tanto, mucho comercio, que pasó a Antioquía, aunque recuperó su posición como capital de Celesiria bajo Antioco IX en 111 a.C. El nabateo Aretas conquistó la ciudad en 85 a.C., pero debió ceder el control a Tigranes de Armenia. Damasco pasó a ser una ciudad romana desde el año 64 a.C. hasta el 33 d.C.

Pablo visitó Damasco luego de su encuentro con el Cristo resucitado, y fue en esta ciudad que realmente se convirtió al cristianismo (Hch. 9:22; 26:12-23). En la época de la conversión de Pablo había en la ciudad un etnarca (2 Co. 11.32–33) nombrado por Aretas IV (9 a.C.-40 d.C.); este último había derrotado a su yerno Herodes Antipas. La ciudad tenía muchas sinagogas (Hch. 9.2) y en ellas, después de ser conducido a la casa de Judas en la calle la Derecha (Hch. 9.10–12), donde fue visitado por Ananías, Pablo comenzó a predicar. La oposición que se levantó en su contra lo obligó a escapar descolgándose del muro de la ciudad (Hch. 9.19–27), pero regresó después de pasar un período en la vecina Arabia (Ga. 1.17). Damasco siguió siendo subsidiaria de Antioquía, tanto en lo político como en lo económico, hasta que recuperó su supremacía gracias a la conquista árabe del año 634 d.C.